Fuimos a ver el Circo del Soleil. A Irina le gustó, a Mònica y a mí más o menos.
Pero de lo que quiero dejar constancia es de lo que me dijo varias veces cuando la traía, subida a mi cuello, medio dormida por las calles barcelonesas:
- ¡Te quiero, papi! ¡Te quiero!
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